viernes, 26 de julio de 2013

Presentación de los libros: "Siete cuentos para volver" y "Nada del otro mundo" del poeta y escritor Paolo Astorga en el Centro cultural de Ate.

Presentación de los libros: "Siete cuentos para volver" y "Nada del otro mundo" del poeta y escritor Paolo Astorga en el Centro cultural de Ate. (Hablan las imágenes, cortesía del editor y poeta César Pineda)

César Pineda moderando el evento

El poeta Miguel Ildefonso presentando los libros

Una anécdota previa antes de leer

Algo decía, algo contaba

Leyendo "Marcelo es el más bruto del salón y en eso estamos de acuerdo" del libro "Siete cuentos para volver"

Alumnos intentando escucharme

Amigas y amigos cantuteños que asistieron a mi presentación

Palabras y Bohemia


Comentario y fragmento de "Nada del otro mundo"




"Los siete cuentos que conforman Nada del otro mundo del poeta y escritor Paolo Astorga, nos relatan las experiencias cruciales de una nueva generación, jóvenes que se inician en la vida de forma tan apasionada y abisal, que pareciera que no dieran oportunidad al futuro. Rompen, por eso, esa bien conocida frase de que "los jóvenes son el futuro", y es que ya esa frase ha caducado hace tiempo. Los jóvenes trabajan, forman bandas, y no solo sueñan, o quizás ya han perdido los sueños. Los personajes de este libro, empujados aun por el amor, el deseo y la lucha del poder, arman sus estrategias para vencer al vacío que deja como una zanja esta postmodernidad alienante. El narrador sabe penetrar en las tribulaciones de sus protagonistas, justo antes del beso o del suicidio. Cada cuento o relato termina con una lección cruda de una verdad que no se dice, pero que se vive día a día, en la casa del lado, en la calle siguiente, en el otro distrito. Es el hoy, y es el aquí; no es nada del otro mundo."

Miguel Ildefonso
Portada del Sol, 2013.


"Sería perfecto no recordarlo, no recordar que era sábado, porque igual todos sabíamos que sus ojos eran los mismos ocasos vencidos por el vacío. Era sábado y el día en que tenía que ver su rostro en el rostro de esa mujer que no podía resistir. Era sábado y bajo esa palabra que iba repitiendo lentamente hasta el hartazgo nacía la imagen y quizá la voz ligera y complaciente de esa muchacha única e imposible que quería olvidar como el otoño a sus hojas marrones, para que sea menos dolorosa la herida en el corazón o quizá no, quizá no había corazón, sino solo un puñado de recuerdos, malos recuerdos, malas acciones, malas palabras antes pronunciadas, secretas palabras también, secretas como mirarla después de la escuela, ver cómo camina, ver cómo conversa con una amiga y luego desaparece entre la niebla y luego hacerse obsesión en mi mente, no en mi corazón. Mi corazón no existe, existe algo muerto que cree latir, yo creo en eso, siempre creo en eso y más aún cuando pienso que me miras, que eres tú la que me mira y no yo, es allí cuando más creo que hay algo vivo latiendo y creyendo que vive. ¡Qué difícil! Estoy intoxicado por este sueño imposible y humano, entre las sábanas blancas que me ahorcan con su limpieza y su olor a mañana turbulentamente quieta sin que yo pudiera besar su imagen siquiera su nombre que guardo en mis sueños, se decía mientras el sábado lo apuñalaba con su angustia y sordidez." (Del cuento: "Daniel")

Comentario y fragmento de "Siete cuentos para volver"



Siete cuentos para volver de Paolo Astorga no es un libro de cuentos, de aventuras estereotipadas ni de trilladas palomilladas de barrio, es sobre todo una panorámica real de la vida de varios muchachos, muchachos como tú que a su corta edad aprenden que la vida es muchas veces un tren a punto de descarrilarse, que la tristeza tiene un enjuto rostro humano; Paolo no ha inventado estos personajes, los ha liberado de su imaginario, brevemente cada uno de ellos ha venido a nosotros a recordarnos los problemas adolescentes, la marginalidad en los que muchas veces se ahoga nuestra juventud; temas como la exclusión social, el bullyng, la depresión, las familias disfuncionales, son problemas que Astorga maneja con madurez y con una visión no sobredimensionada sino más bien real y aleccionadora en cada historia.
Raúl Heraud
Poeta peruano


"Suena el timbre de recreo. Liberación. Bandera rojiblanca flameando en nuestros pechos infantes. No himno, sino júbilo de ser niños aún. No escudo, sino huaycos de vida por el patio del colegio. No escarapela, sino amor y felicidad de no saber qué viene mañana y sin embargo seguir con la confianza de que existe la fuerza para pelear contra cualquier monstruo que impida que mañana amanezca la vida y el sol. Es hora del recreo. No, no, no nos vamos a enfrentar a pedradas contra los de quinto. Pero qué bien que nos provocan, gritándonos cobardes, gritándonos mariquitas, gritándonos niñitas, gritándonos gallinas, gritándonos indignos. Allá ellos, ya no queremos pelear con los de quinto". (Del cuento: Con muchísimo cuidado, camaradas) 

Foto de presentación de "Siete cuentos para volver" y "Nada del otro mundo" en la Escuela de Posgrado de la UNE


Presentación de mis libros "Siete cuentos para volver" y "Nada del otro mundo" (Eclosión editores, 2013), en La Escuela de Posgrado de la UNE - Cantuta. Debo agradecer al profesor Raúl Jurado Párraga por el espacio y a todos los que escucharon mi presentación. ¡Muchas gracias!

“NADA DEL OTRO MUNDO DE PAOLO ASTORGA” - Por: Charly Martínez

“NADA DEL OTRO MUNDO DE PAOLO ASTORGA”


Por: Charly Martínez

La historia de la literatura nos ha demostrado que el salto que han dado muchos escritores al pasar del género poético al narrativo ha sido realmente interesante y, no pocas veces, genial. Pienso ahora en Lezama Lima con su “Muerte de Narciso”, Cortázar con su “Presencia” o quizá también en Borges haciendo sus pininos al publicar aquel bello libro de poemas titulado “Fervor de Buenos Aires”; el resto ya es historia harto conocida, pues estos gigantes de las letras optarían finalmente por la prosa, extendiendo su magia a límites insospechados, convirtiéndose en abanderados y paradigmas de la vanguardia de aquellos tiempos y de los venideros. He mencionado estos tres casos tan solo por circunscribirme al panorama latinoamericano, aunque en otros continentes situaciones similares se cuentan a montones.

Como dije líneas arriba, el producto originado por ese salto de un género a otro en muchos autores ha resultado estupendo. Ahora bien, no debemos excluir de esta pléyade a Paolo Astorga (Lima - Perú, 1987) quien en su segundo libro de cuentos, “Nada del otro mundo” (Eclosión editores, 2013) saca a relucir un mayor afianzamiento en sus dotes respecto al primero “Siete cuentos para volver” que vio la luz hace unos meses y que ahora se reedita bajo el mismo sello; entre su vasta producción el laureado poeta Astorga nos ha obsequiado intensos poemarios y acertadas reseñas, publicadas todas con cierta regularidad, pero en esta nueva entrega la calidad de los textos es sorprendente. Así, el epígrafe de Sartre: “No hay necesidad de fuego. El infierno son los otros”, es el umbral de entrada a un mundo subyugado por la melancolía y la desazón, donde habitan seres castrados, cansados, enajenados por el absurdo del vivir, presentando en su idiosincrasia una fatal ambivalencia que oscila entre el malestar y el placer cuasi masoquista. El resto, quienes los rodean, son tan repulsivos, deformados e infelices como los primeros. Así, en el primer cuento (cuyo título lleva el mismo nombre del protagonista) Daniel es un adolescente inseguro que anda enamorado de Juliana, su amor platónico, a quien constantemente idealiza y a la cual está a punto de declarársele en una fiesta, pero el destino hace de las suyas y le juega una mala pasada. Desde que despierta en la mañana se muestra temeroso, manteniendo aquella dualidad en su conciencia de adolescente inmaduro, deseando en el fondo que no sea el día de la fiesta (“¿Qué le sucedía? ¿Acaso era la mañana frondosa que con su luz amordazaba las sábanas? ¿Por qué no quería despertar?...”). Aunque haya estado esperando aquella ocasión desde hace mucho tiempo. Con singular maestría, el autor mantiene el clímax in crescendo dibujándonos a un jovencito frustrado (“pensaba en lo más enigmático de ella pero, sobre todo, en lo más inútil de él”) e interpolando frases líricas (“mientras el sábado lo apuñalaba con su angustia y sordidez”). Deducimos que la existencia es tan solo un tenebroso espejismo, un fatal artilugio de palabras; en “Nada del otro mundo”, Manuel es un hombre harto de su mujer, a quien ya no desea como antes y que, en consecuencia, no puede complacer (“ese cuerpo que ya probó y probó hasta el empacho”); a él nada le importa, tan solo anda deseoso de “poder mandar a la mierda a todo el mundo y seguir tan idiota como siempre esperando que amanezca pronto, que amanezca pronto y así poder alardear angustiadísimo que vivió un día más”. En dicho cuento se narran los instantes posteriores al encuentro sexual entre la pareja, enfocándose sobre todo en la frustración de Manuel que ha terminado antes de tiempo, y es que cuando se prioriza el acto carnal en una relación amorosa sucede que nos animalizamos, dejando de lado la verdadera sustancia: el resultado es el hastío existencial de uno de los cónyuges, generando un mundo interior rico y además, complicado, junto a una satisfacción egoísta que se ha subjetivado demasiado. También narrando un idilio amoroso –aunque aquí el “amor” alcance niveles enfermizos- aparece “Como si esto nunca hubiera sucedido”, el tercer cuento, que nos recuerda muchísimo a las historias estilo triller de “El club de los parricidas” de Ambrose Bierce y también a ciertos personajes de Rubém Fonseca. Aquí el narrador-protagonista le va contando a un supuesto oficial de policía como fue seduciendo a Claudia, una joven quinceañera para, finalmente, asesinarla. Se trata de una confesión fría, reveladora de una personalidad sumamente patológica, volcada con todas sus energías hacia el homicidio. (“Ella anulaba en mí toda codicia, toda voluntad de ser concupiscente. Ella me había castrado totalmente y eso me hacía temer. Colmaba mi paciencia. Me enfurecía”). “Lo peor” podría fácilmente condensar todos los elementos presentes en la integridad del libro, (dolor, odio y marginalidad) manejando el protagonista, en algunas partes del discurso textual, un discurso beckettiano (“Ser feo no es lo peor. Lo peor es estar vivo. Todos los días de mi vida me lo he pasado estrangulando la ignorancia de los demás con palabras de explicación pero mucha, mucha indiferencia”). Luego, más adelante, dice: “Desgraciado otra vez y sin decir nada, cual despojo humano entre animal y cosa impronunciable me alejo del grupo de zorras que se agolpan en la esquina para hablar de sus guapísimos enamorados”; como se podrá observar el autor nos presenta claros y rotundos visos kafkianos. “Lo peor” es, pues, la narración en primera persona de un jovencito poco agraciado, a quien todas las chicas y los chicos de su barrio marginan, burlándose cruelmente de su fealdad. Solo tiene a una pequeña “amiga”, Nathaly, de ocho años de edad, quien le saluda sin hipocresía cuando lo ve por la calle y hasta a veces le hace obsequios, como invitarle una manzana. Se trata del grito desesperado de un relegado social y donde quizá se sientan identificados todos los excluidos, aunque dicha marginación está conllevada por elementos nunca tan alejados de los verdaderos parámetros estéticos, elementos seguramente incubados en el intelecto obtuso de adolescentes inmaduros, como los que habitan el cuento. “Existe belleza en lo extremadamente bello y en lo extremadamente feo”, decía Víctor Humareda. Las líneas finales son aterradoras, y han sido germinadas en la atormentada conciencia del protagonista. La siguiente historia, “Relato cursi”, vendría a ser algo así como la satisfacción del fetichismo, el placer hallado en lo breve o lo efímero. Viene influenciado, creo yo, por las tendencias modernas (sobre todo en los jóvenes) donde impera la rapidez, las relaciones amorosas ligeras o light. Pero hay más. El protagonista es un joven obsesivo que anhela tan solo darle un beso a su amor platónico pero, eso sí, sin caer en el enamoramiento, aunque en el fondo desearía llegar más lejos. Mención aparte merece Pequeño cuento sobre un suicida, donde el autor hace una comparación entre la forma correcta de suicidarse (indicada por un hombre de aspecto gótico en un video de YouTube) y -en contraste- la manera como lo haría “nuestro suicida idiota”, que vendría a ser la más sencilla y simple, sin ningún tipo de originalidad y ningún afán de perennización post mortem. Siempre he pensado en aquellas inmolaciones engalanadas con riquísimos criterios estéticos (desde la ropa que se va a usar por última vez hasta el tipo de muerte escogida) como algo más que un mero suicidio puesto que al fundar “nuevas estéticas del acto mortuorio” (como dice el autor) el suicida estaría prolongando su actividad creadora, aunque esta concepción sería válida sobre todo para el artista que decide optar por ese camino. De este modo, el novelista o pintor “crea”, pues la sociedad, a pesar de que ha sufrido su pérdida, observará que él manifiesta una regresión a su anterior esencia, a su arte; se trata, pues, de un cuento precioso donde vida y muerte se entremezclan en un atractivo juego lúdico. “Siempre” es, quizá, la historia más sencilla del cuentario, y está manejada con la solvencia de Raymond Carver o de Grace Paley, aunque cabría señalar que rehúye a lo manoseado o trillado, pues contiene al menos un elemento interesante que la singulariza. Argumento: Mariela es una escolar bella y arrogante que mantiene una tormentosa relación con César, pues casi siempre discuten y ella lo termina. Sin embargo, a pesar de todos los problemas, la pareja vuelve a juntarse. En esta oportunidad se narra lo sucedido luego del rompimiento definitivo, la insistencia de César para reanudar el noviazgo y como cierto día Mariela inicia nuevos amoríos con “la sombra”. Quizá el autor ponga en relieve los fantasmas interiores de su personaje, pues “la sombra” simboliza la derrota, los miedos y los temores más profundos del protagonista, que viene a ser el claro prototipo del joven con baja autoestima, sumiso y torpe, mientras que su rival saca a relucir una personalidad ambigua y socarrona, hondamente determinada por lo práctico y lo superfluo, desdeñando los más profundos sentimientos. Es, pues, todo lo contrario de César, que ya se ha enamorado perdidamente. En conclusión, “Siempre” es un cuento logrado, lleno de amargura y decepción.

El autor nos ha entregado un libro de cuentos fresco, sin demasiados afanes estilísticos aunque, eso sí, aderezados con ribetes poéticos; es más, luego de una segunda lectura el libro resulta más fascinante, y se nos abren caminos que en una primera revisión no se hallaban presentes, sumergiéndonos en esos mundos de pesadilla constituidos por los universos particulares de cada personaje; y es que tan brutal ha sido el golpe de esta gran mole llamada sociedad que hasta en sus escasos momentos de placer o satisfacción estos seres disconformes se sienten como amordazados, hastiados de todo. Definitivamente, “Nada del otro mundo” es un acierto dentro de las más recientes publicaciones aparecidas recientemente en las letras peruanas.

Ate, 18 de julio 2013



Algunos poemas del poemario "Detrás de las ventanas" (Toro de trapo, 2011)




Los oscuros veleros retornaron al cielo y a ti te abandonaron

Él dejó sus huellas
enterradas en el fango, sintió sus manos vacías
y rumores sin retorno bajo el amanecer insolente de las quenas.
Dejó su cuerpo erguido como estatua,
su pecho carcomido por la lluvia,
su boca arrebatando el eslabón de los zafiros
y una cruz indeleble
que lo envolvió en el silencio esquivo
de flores arrastradas al barranco.
Sólo el océano mora por su indeleble pañuelo de sangre.
La espuma enrojecida entre sus devastados pómulos
que nos recuerda al cielo de un ojo distante,
las olas que centellean estruendos febriles,
la platinada luz encorvada
en su estómago que roza las piedras mientras ondula y se somete
como queriendo dislocar el paisaje violento,
labios vencidos en la desconsolada faz de la arena,
párpados
que ya no recorrerán este desierto
iluminado de escombros y piel abandonada.

El otoño sigue su estruendo interminable
Parques sin testigos, sueños sumergidos en el barro,
los niños comen pasto y extravío, suenan relojes en sus vientres,
la oquedad que destrona ventanas incendiadas,
luminosas rejas de lo eterno.
Atardece y llega a ti
un doloroso contorno como lágrima esquiva y oculta.
Es el sol humeante y las hojas pudriendo los nombres;
las escuetas canciones que han asesinado a las palomas.
Los niños han enterrado sus pálidos corazones
en un jardín de espinos.
Se miran a los ojos
expían sus flagelados rostros,
en sus manos
solo quedan los tácitos recuerdos de haber vencido a las palomas
pero nunca, nunca,
haber podido volar como ellas.



Un muchacho antes del invierno

En la búsqueda infinita se pierde la nostalgia,
el desprecio hacia aquella piedra que ha invadido nuestra ausencia
bajo la plegaria que amanece sobre una extensa sábana insufrible.
Pocas cosas han quedado impunes a la mirada funesta de los cuervos.
Fluye el tiempo ahogándose en el lago púrpura de inconcretas voces
acariciando la perversa herida bajo el llanto.
Despoblados rostros han acabado su otoño
sobre un par de labios adormecidos de arpegios
que a veces solo provocan la violencia de las nubes
bajo una pestaña aletargada por la incógnita ceniza
que ha construido las distancias.
Entre los pinos
ya nadie rinde culto
a una lágrima que ha perdido
su corona.



Un lugar imposible

Tan lejos los hombres duelen su
última palabra
que ahora me es imposible regresar a esta ausencia
que desvanece las bocas;
el impenetrable muro de la sangre
negada en el silencio.
Ya no habrá dos sombras
desvistiéndose aprisa,
ya no habrá más polvo
que nos haga retornar a la bestia.
El camino hacia esta horrenda oscuridad
habrá penetrado las miradas.
No importará ya
           que la máscara
                       se haga memoria en mi rostro.

Detrás de las ventanas - Paolo Astorga (Toro de trapo 2011)